lunes, 6 de octubre de 2008

Denueve:repulsión, ansía y placer.


Pollanski abre la camara en blanco y negro para encontrar la figura de sombras: mujer de ojos tristes y elegancia gélida... la repulsión comienza el descenso a la locura.
La mujer es frígida, no sabe amar. Espera que le amen por la culpa que viene desde lejos. La han abandonado. Esa mujer recuerda la niña que sólo sabía de un padre por el cual todo se había transformado, un padre ausente que había causado la maldad en esa madre de largos cabellos como ondas serpenteantes de mar que inunda.
El faro persiste en la imagen, un faro al que la niña huía cuando los huracanes llegaban. Un día colocó el mentón sobre el marco de la ventana que permanecia abierta en lo alto del edificio, un clavo sobresalía pero la niña dejó caer su cara sin esperar esa penetración lacerante que atravesaría toda la piel para entonces quedar rasgando su lengua. La sangre había encontrado un flujo entre las vigas de madera apolillada, despegar el mentón del instrumento oxidado provoco que su cuello se impregnara del rojo, todo era un río de dolor manando de su boca, las manos no podían evitar que el líquido empapara su vestido. Bajó las escaleras dejando el rastro de sangre.

La cicatriz aún la conserva y ha hecho que tenga un hoyuelo demasiado pronunciado al final del ángulo que rompe su cara. La mujer siente repulsión por la vida y a pesar de ello no permite que la muerte juegue con ella. Ha decidido vivir para persistir en el ansía de un placer nunca consumado. El resentimiento del mundo habita dentro de su vientre, sus piernas jamás se abren para el placer sino sólo para la verguenza. Su rostro jamás será visto por nadie, vive entre las redes neurales de sus piernas, sus ojos permenecen entrecerrados como labios ausentes de suspiros. La mujer nunca habrá de mirarse más allá del pudor de un abandono incomprensible.
Eva en el fin del mundo...

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